BIOGRAFÍA
Pablo Neruda
(Seudónimo de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto; Parral, Chile, 1904 -
Santiago de Chile, 1973) Poeta chileno, premio Nobel de Literatura en 1971 y
una de las máximas figuras de la lírica hispanoamericana del siglo XX. A la
juventud de Pablo Neruda pertenece el que es acaso el libro más leído de la
historia de la poesía: de Veinte poemas de amor y una canción desesperada
(1924), escrito a los veinte años, se habían editado dos millones de ejemplares
a la muerte de su autor.
Del amor apasionado y cálidamente humano de los Veinte poemas, con
resabios modernistas pero plenamente original en sus brillantes imágenes,
pasaría Neruda a expresar con la fuerza de un surrealismo personal el
sinsentido del hombre y del cosmos en Residencia en la tierra (1933-1935), para
construir una nueva fe desde el compromiso político en la épica del Canto
general (1950) e inclinarse finalmente por la sencillez temática y expresiva de
las Odas elementales (1954-1957). Siempre receptivo a las innovaciones estéticas,
su copiosísima producción, que incluye multitud de libros además de los
citados, reflejó las sucesivas tendencias en el devenir de la lírica en lengua
española y ejerció una fuerte influencia en poetas de todo signo.
Nacido el 12 de julio de 1904 en Parral, en la región chilena de Maule,
la madre del poeta murió sólo un mes más tarde de que naciera él, momento en
que su padre, un empleado ferroviario, se instaló en Temuco, donde el joven
Pablo Neruda cursó sus primeros estudios y conoció a Gabriela Mistral. Comenzó
muy pronto a escribir poesía, y en 1921 publicó La canción de la fiesta, su
primer poema, con el seudónimo de Pablo Neruda (en homenaje al poeta checo Jan
Neruda), nombre que mantuvo a partir de entonces y que legalizaría en 1946.
También en Temuco comenzó a trabajar en un periódico, hasta que a los
dieciséis años se trasladó a Santiago para cursar estudios de profesor de
francés. Allí se incorporó como redactor a la revista Claridad, en la que
aparecieron poemas suyos. Tras publicar algunos libros de poesía, en 1924
alcanzó fama internacional con Veinte poemas de amor y una canción desesperada,
obra que, junto con Tentativa del hombre infinito, distingue la primera etapa
de su producción poética, señalada por la transición del modernismo a formas
vanguardistas influidas por el creacionismo de Vicente Huidobro.
Los problemas económicos indujeron a Pablo Neruda a emprender, en 1926,
la carrera consular que lo llevó a residir en Birmania, Ceilán, Java, Singapur
y, entre 1934 y 1938, en España, donde se relacionó con Federico García Lorca,
Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y otros componentes de la llamada Generación
del 27, y fundó la revista Caballo Verde para la Poesía. Desde su primer
manifiesto tomó partido por una «poesía sin pureza» y próxima a la realidad
inmediata, en consonancia con su toma de conciencia social. En tal sentido,
Neruda apoyó a los republicanos al estallar la guerra civil y escribió España
en el corazón (1937).
Previamente, sin embargo, sus poemas habían experimentado una transición
hacia formas herméticas y hacia un tono más sombrío al reflejar el paso del
tiempo, el caos y la muerte en la realidad cotidiana, temas dominantes en otro
de sus libros imprescindibles, Residencia en la tierra, publicado en dos partes
en 1933 y 1935 y que constituye el eje de su segunda etapa. Imágenes
originalísimas y audaces de raigambre surrealista expresan en esta obra una
visión profundamente desolada del ser humano, extraviado en un mundo caótico e
incomprensible.
De regreso en Chile, en 1939 Neruda ingresó en el Partido Comunista y
su obra experimentó un giro hacia la militancia política. Esta tercera etapa,
que tuvo su preludio en España en el corazón (1937), culminaría con la
exaltación de los mitos americanos de su Canto general (1950). En 1945 fue el
primer poeta en ser galardonado con el Premio Nacional de Literatura de Chile.
Al mismo tiempo, desde su escaño de senador utilizó su oratoria para denunciar
los abusos y las desigualdades del sistema. Tal actitud provocó la persecución
gubernamental y su posterior exilio en Argentina.
RESEÑA
Veinte poemas de amor y una canción desesperada es una de las obras más
célebres del poeta chileno Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura en 1971.
Escrito en 1924, pertenece al primer ciclo de su trayectoria poética, el que se
considera el más modernista. (Los críticos suelen dividir su obra poética en
cinco ciclos.)
Como sugiere el título de este segundo libro, en casi todos los poemas la voz lírica se dirige a una mujer. Si bien el joven Neruda, con tan solo 19 años cuando publicó este poemario, posiblemente se inspiró en sus experiencias amorosas, no se dirige a una sola amante en concreto.
Fuente: literatura.about.com
Como sugiere el título de este segundo libro, en casi todos los poemas la voz lírica se dirige a una mujer. Si bien el joven Neruda, con tan solo 19 años cuando publicó este poemario, posiblemente se inspiró en sus experiencias amorosas, no se dirige a una sola amante en concreto.
Fuente: literatura.about.com
Poema 1
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos
blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de
entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la
tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los
pájaros
y en mí la noche entraba su invasión
poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra
en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y
firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de
ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y
triste!
Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu
gracia.
Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino
indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.
Poema 2
En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de
muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti
ocultas.
De modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan
viva
que sucumben sus flores, y llena es de
tristeza.
Poema 3
Ah vastedad de pinos, rumor de olas
quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
En ti los ríos cantan y mi alma en ellos
huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de
niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra
transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia
anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y
dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas sobre los campos he
visto
doblarse las espigas en la boca del viento.
Poema 4
Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las
nubes,
el viento las sacude con sus viajeras
manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y
divino,
como una lengua llena de guerras y de
cantos.
Viento que lleva en rápido robo la
hojarasca
y desvía las flechas latientes de los
pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinado.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del
verano.
Poema 5
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las
playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las
yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego
sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que
ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi
tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero
decirte
para que tú las oigas como quiero que me
oigas.
El viento de la angustia aún las suele
arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas
súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis
palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las
uvas.
Poema 6
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del
crepúsculo
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera.
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el
otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los
cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque
en calma!
Más allá de tus ojos ardían los
crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Poema 7
INCLINADO en las tardes tiro mis tristes
redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta
hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como
un
náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un
faro.
Solo guardas tinieblas, hembra distante y
mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del
espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes
redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras
estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el
campo.
Poema 8
Abeja blanca zumbas --ebria de miel en mi
alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo
tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad
última.
En mi tierra desierta eres tú la última
rosa.
Ah silenciosa!
Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la
noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles
blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una
mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes
gaviotas.
El agua anda descalza por las calles
mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos,
las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi
alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa !
Poema 9
Ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima
descubierto.
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola
única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas
frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de
besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas
externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.
Poema 10
Hemos perdido aún este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos
unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros
lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis
manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
Entre qué genes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento
lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el
crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi
capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando
estatuas.
Poema 11
Casi fuera del cielo ancla entre dos
montañas
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de
ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la
charca.
Hace una cruz de luto entre mis cejas,
huye.
Fragua de metales azules, noches de las
calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan
lejos,
a veces fulgúrese su mirada debajo del
cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza,
dispersa tu raíz soñolienta.
Desarraiga los grandes árboles al otro lado
de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo,
espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas
iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco
lirio de incendio,
allá nada puedo decir! Era hecha de todas
las cosas.
Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir otro camino, donde ella
no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio
revuelo de tormentas
para qué tocarla ahora, para qué
entristecerla.
Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no está atajando la angustia, la
muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el rocío.
Poema 12
Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
Poema 13
He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba
escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del
crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no
estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y
frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te
amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros
inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va
muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y
de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas
palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
oh poder celebrarte con todas las palabras
de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en
las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de
repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y
frío
mi corazón se cierra como una flor
nocturna.
Poema 14
Juegas todos los días con la luz del
universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el
agua.
Eres más que esta blanca cabecita que
aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo
entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte como eras entonces
cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi
ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces
sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de
los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche
amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra
extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes
madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando
mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de
ciruela.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que
todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero
besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los
crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti
acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar
soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres,
copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.
Poema 15
Me gustas cuando callas porque estás como
ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi
alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía;
Me gustas cuando callas y estás como
distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te
alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un
anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y
sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como
ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras
muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea
cierto.
Poema 16
(Paráfrasis a R. Tagore)
En mi cielo al crepúsculo eres como una
nube
y tu color y forma son como yo los quiero
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.
La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus
labios:
oh segadora de mi canción de atardecer,
Cómo te sienten mía mis sueños solitarios!
Eres mía, eres mía, voy gritando en la
brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz
viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.
En la red de mi música estás presa, amor
mío,
y mis redes de música son anchas como el
cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de
luto.
En tus ojos de luto comienza el país del
sueño.
Poema 17
Pensando, enredando sombras en la profunda
soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos que
nadie.
Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo
imágenes, enterrando lámparas.
Campanario de brumas, qué lejos, allá
arriba!
Ahogando lamentos, moliendo esperanzas
sombrías, molinero taciturno,
se te viene de bruces la noche, lejos de la
ciudad.
Tu presencia es ajena, extraña a mí como
una cosa.
Pienso, camino largamente, mi vida antes de
ti.
Mi vida antes de nadie, mi áspera vida.
El grito frente al mar, entre las piedras,
corriendo libre, loco, en el vaho del mar.
La furia triste, el grito, la soledad del
mar.
Desbocado, violento, estirado hacia el
cielo.
Tú, mujer, qué eras allí, qué raya, qué
varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos como
ahora.
Incendio en el bosque! Arde en cruces
azules.
Arde, arde, llamea, chispea en árboles de
luz.
Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.
Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
Quién llama? Qué silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia, hora de la alegría,
hora de la soledad.
Hora mía entre todas!
Bocina en que el viento pasa cantando.
Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo.
Sacudida de todas las raíces,
asalto de todas las olas!
Rodaba, alegre, triste, interminable, mi
alma.
Pensando, enterrando lámparas en la
profunda soledad.
Quién eres tú, quién eres?
Poema 18
Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el
viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se descine la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del
ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está
húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el
horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías
cosas.
A veces van mis besos en esos barcos
graves,
que corren por el mar hacia donde no
llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas
anclas.
son más tristes los muelles cuando atraca
la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos
crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más
grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de
alambre.
Poema 19
Niña morena y ágil, el sol que hace las
frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las
algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.
Un sol negro y ansioso se te arrolla en las
hebras
de la negra melena, cuando estiras los
brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros
remansos.
Niña morena y ágil, nada hacia ti me
acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la
espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y
delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el
agua.
Poema 20
Puedo escribir los versos más tristes esta
noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche esta
estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo
lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y
canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta
noche.
Yo la quise, y a veces ella también me
quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis
brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo
infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la
quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta
noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he
perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el
rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera
guardarla.
La noche está estrellada y ella no está
conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo
lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está
conmigo.
La misma noche que hace blanquear los
mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los
mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la
quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su
oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis
besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos
infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la
quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el
olvido.
Porque en noches como está la tuve entre
mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me
causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le
escribo.
La Canción Desesperada
Emerge tu recuerdo de la noche en que
estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de
náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los
vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del
canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue
naufragio !
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue
naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y
herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue
naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue
naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra.
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago
canto.
Como un vaso albergaste la infinita
ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un
vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus
brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la
fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el
milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de
tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y
ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus
tumbas,
aún los racimos arden picoteados de
pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados
miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos
trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la
harina.
Y la palabra apenas comenzada en los
labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en el cayó mi anhelo, todo en ti fue
naufragio!
Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te
ahogaron.
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un
barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en
corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y
amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros
pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis
manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado.
FIN
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